Campo de Criptana, a la sombra de los molinos
Viajamos a la comarca de La Mancha, en la provincia de Ciudad Real. Junto a la frontera con Toledo encontramos una preciosa localidad con un patrimonio religioso y civil inmenso. Tan grande e interesante que podríamos dividir nuestra visita Campo de Criptana en varias entradas. Sin embargo, en un solo post os vamos a mostrar los lugares imprescindibles para el turismo, como son sus santuarios, el Pósito Real, el barrio del Albaicín o los molinos de viento, símbolos de esta localidad. Bienvenido a la tierra del Quijote.
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Cómo llegar a Campo de Criptana
La vía más importante que atraviesa el núcleo urbano de la villa es la N-420, que a su paso por Campo de Criptana recibe el nombre de CM-420. Este tramo parte desde Daimiel hasta Pedro Muñoz. Nosotros aterrizamos en la localidad desde la provincia de Cuenca por la carretera CM-310. Esta vía parte de la Alcarria conquense, concretamente desde Albalate de las Nogueras, atravesando la provincia por villas como Villaconejos de Trabaque, Gascueña, Huete, Saelices o Villamayor de Santiago. Más adelante discurre por la Mancha de Toledo y Ciudad Real . Varios kilómetros antes de desembocar en Alcázar de San Juan, sale el desvío a Campo de Criptana por la CM-3105, que finaliza en la autovía de los Viñedos o CM-42. También se puede llegar a través de vías comarcales más pequeñas, como la CR-1222. Posee una población de 12 960 habitantes (INE 2023). Para más información, pertenece a la comarca de La Mancha, concretamente a la zona donde vivió sus andanzas Don Quijote.
Qué ver en Campo de Criptana
Como hemos mencionado anteriormente, llegamos por la carretera CM-3105. Cuatro kilómetros antes de llegar al pueblo, nos topamos con el santuario del Cristo de Villajos. Su origen proviene de la iglesia del antiguo despoblado de Villajos. El estilo románico de su exterior fue otorgado tras una reforma a comienzos de la década de los 80. El Cristo de Villajos es patrón de Campo de Criptana. Ascendiendo por unas escaleras que hay junto al templo, llegamos al Pozo de Nieve. Esta antigua representación de arquitectura popular se utilizaba para guardar y conservar hielo para su posterior distribución.
Un kilómetro antes de llegar pasamos junto a la ermita de San Isidro. Construida tras la Guerra Civil, se halla en un hermoso paraje. Ya sí, entramos en el núcleo urbano de Campo de Criptana, pero solo para bordearlo y tomar un camino que sale a mano derecha y lleva hacia el lugar más conocido del municipio. Por supuesto, nos referimos a la sierra de los Molinos, hogar de sus conocidos iconos. Aquellos que atraen tanto turismo a la villa, antiguos enemigos de Don Quijote.
Sierra de los Molinos y barrio del Albaicín
Diez son los molinos de viento que coronan el pueblo. Fueron declarados Bien de Interés Cultural en 1978. De ellos, solo quedan tres originales con maquinaria: el Infante, el Sardinero y el Burleta. Son del siglo XVI y se distinguen fácilmente de los demás por tener el tejado negro. Todos los meses se realiza una demostración de la molienda tradicional en uno de ellos. El resto de los molinos de viento son el Culebro, el Poyatos, el Inca Garcilaso, el Cariari, el Quimera, el Pilón y el Lagarto.
El molino Poyatos alberga un punto de información turística, donde compramos entradas para visitar varios museos interesantes de la villa. Primero fuimos a la casa-cueva, ubicada en el cerro de la Paz. Posteriormente tuvimos una visita guiada en el molino Infante, donde nos enseñaron los mecanismos y el funcionamiento de estos espectaculares artefactos. La siguiente parada fue el museo de Sara Montiel, en el molino Culebro. Continuamos por el molino Quimera, que alberga el museo de la Semana Santa de Campo de Criptana. En él pudimos contemplar 30 maquetas de los distintos pasos que salen en tan señalada fecha. El autor es Carmelo Díaz-Ropera, al cual pudimos dar la enhorabuena en persona por su excelente trabajo.
Por último, fuimos a la Oficina de Turismo para obtener más información. Allí bajamos al museo Espacio para Artesanos (ESART). Aquí nos maravillamos con las obras de tres autores. El primero fue Antonio Manjavacas, cuyos trabajos con alambre nos dejaron impresionados. Muchas horas de labor para un acabado realista. Después visitamos el espacio de Severiano Lucas. Este artesano nos dejó con la boca abierta con sus vistosas maquetas. Finalmente Eloy Teno nos maravilló con sus esculturas hechas en hierro. Mucho trabajo y originalidad.
Salimos para dar un paseo por el conocido barrio del Albaicín, uno de los imprescindibles que ver en Campo de Criptana. De origen árabe, es característico por sus calles estrechas y sus casas de color blanco y añil. Conforman este barrio todas las vías que descienden entre la sierra de los Molinos y el cerro de la Paz. Zascandilear por un lugar así, repleto de puntos de interés, son palabras mayores. Recordamos descender por calles como Barbero y Costanilla hasta que desaparecieron las casas encaladas y las cuestas.
Ermitas, iglesias y casas señoriales en Campo de Criptana
Allí nos esperaba la ermita de Santa Ana (s. XVI), primero de los muchos edificios religiosos que observamos dentro del casco urbano. Se distingue de manera sencilla por su pórtico de color granate. En el siglo XIX sufrió una reconstrucción después de vivir años de crudeza durante la Guerra de la Independencia. Posee planta de cruz latina, presentando bóveda de cañón en el crucero.
Continuamos por la calle Santa Ana hasta desembocar en la plaza Mayor, donde descansa la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Es una construcción tardía, inaugurada en 1958, pues la anterior se incendió en 1936. De grandes dimensiones, destaca por fuera su esbelta torre. Posee una sola nave con bóveda de cañón. Mezcla varios estilos, predominando el clasicista.
Tras contemplar el ayuntamiento y la Casa de los Baíllo, pusimos rumbo norte hacia la ermita de la Veracruz (s. XVI), ubicada en la calle homónima. Lo más interesante es su hermosa portada, la cual posee arco de medio punto adovelado y numerosos relieves como, por ejemplo, la escena del calvario. Nos dirigimos a la calle Soledad, paralela a la misma, para observar otro templo cercano, la ermita de la Madre de Dios (s. XVII). Este edificio es más sobrio, fruto de las numerosas reformas que ha sufrido a lo largo de su historia.
Bajamos, cruzando de nuevo la plaza Mayor, para llegar a una de las manifestaciones artísticas civiles más importantes que ver en Campo de Criptana, el Pósito Real (s. XVI). Se encuentra localizado en la plaza homónima. Antaño cumplía funciones como la de regular el mercado del trigo y prestar el grano en época de escasez. Con el paso de los años, sufrió un profundo declive hasta que, en 1991, pasó a ser propiedad municipal. Actualmente es un museo.
La plaza Pozo Hondo nos esperaba, y de ahí a la calle Sara Montiel, que es oriunda de la villa. En esta vía encontramos la ermita de San Cristóbal, levantada en 1702 junto al lugar donde se ubicaba el rollo de justicia. Durante buena parte del siglo XIX fue capilla del cementerio que había junto a ella. De nave rectangular, destaca en su interior el estilo barroco imperante de la época.
El zascandileo prosiguió por la calle Convento, mediante la cual, tras avanzar varias decenas de metros, llegamos a la iglesia del Convento del Carmen. Fue antigua sede de Carmelitas Descalzos hasta la Desamortización de Mendizábal. Ha sufrido numerosas remodelaciones a lo largo del tiempo. Merece la pena destacar en su interior las pinturas del altar mayor. Tomando la paralela calle Reina Cristina y atravesando la plaza de las Infantas, desembocamos en la ermita de Sebastián, también en la calle homónima. Aunque ha tenido muchas reedificaciones, sus orígenes datan del siglo XV. Son muy característicos sus colores blanco y añil, más propios del barrio del Albaicín.
Santuario de la Virgen de Criptana
Volvimos sobre nuestros pasos hasta la plaza Mayor, subiendo después por la calle Fuente del Caño. Llegamos de nuevo a la sierra de los Molinos para tomar el auto. Nuestro destino estaba demasiado lejos como para ir andando en aquel momento. Así pues tomamos la carretera N-420, pero antes hicimos una pequeña parada. De camino encontramos la ermita de la Concepción, al lado del cementerio municipal. Desde lejos se divisaba ya el hermoso cerco encalado del santuario de la Virgen de Criptana, sin duda uno de los lugares más bonitos que ver en Campo de Criptana. Está situado sobre un cerro a dos kilómetros del pueblo, aproximadamente. Merece la pena destacar su hermosa portada de acceso. Al templo se acude en romería todos los años el lunes de Pascua de Resurrección.
De este modo concluimos nuestra visita a Campo de Criptana. Es obvio que debemos recomendar la excursión a esta localidad, pues el patrimonio, tanto civil como religioso, que posee es impresionante. Uno de los pueblos más bellos en los que hemos estado. Da gusto zascandilear por lugares así.
Fiestas en Campo de Criptana
Las más importantes se realizan en honor a la Santísima Virgen de Criptana y al Santísimo Cristo de Villajos. La popular romería de la primera se celebra el lunes de Pascua. La imagen es llevada al pueblo, para ser devuelta uno de los primeros sábados de junio. Con respecto a la segunda, el primer jueves de agosto se hace la traída del santuario a la villa. Del 23 al 28 se celebran las fiestas patronales en su honor y el primer sábado de septiembre se lleva de nuevo a su hogar.
No nos podemos olvidar de la Semana Santa, declarada Fiesta de Interés Turístico Regional, o del Festival Internacional de Música «Tierra de Gigantes». Otras festividades que se celebran en el pueblo son: San Antón, San Sebastián, la Virgen de la Paz, San Isidro, San Pedro Apóstol, San Cristóbal, la Virgen del Carmen o Santa Ana.
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