El Real de San Vicente, en el corazón de la sierra
La comarca de la Sierra de San Vicente es una de las zonas que más nos ha sorprendido desde que zascandileamos por Castilla-La Mancha. Naturaleza y paz van de la mano cuando viajas por sus pueblos. Hoy hablamos de El Real de San Vicente, eje de comunicación dentro de la comarca. Alberga muchos encantos en todo su término municipal, aunque nos centraremos principalmente en su casco urbano, con joyas como la iglesia de Santa Catalina o la fuente de Los Veneruelos. Acompáñanos a respirar aire puro por sus serpenteantes calles.
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Cómo llegar a El Real de San Vicente
Nosotros salimos de Madrid por la autovía A-5. Entre las localidades de Maqueda y Talavera de la Reina, a mano derecha, asoma un desvío para tomar la carretera CM-5002. Tras dejar atrás pueblos como Cardiel de los Montes o Castillo de Bayuela, incluidos desvíos que también conducen a villas cercanas como Garciotum o San Román de los Montes, desembocamos en El Real de San Vicente. Posee una población de 973 habitantes (INE 2022), los cuales pertenecen a la comarca de Sierra de San Vicente.
Qué ver en El Real de San Vicente
Nos adentramos en el núcleo urbano de la villa por la calle Juan de Dios Díaz. Resultó un poco complicado estacionar el auto hasta que vimos una señal de parking. Aparcamos muy cerca de la plaza de España, por lo que no tardamos nada en contemplar el centro neurálgico de El Real de San Vicente. En este espacio reposan dos construcciones del siglo XX: el ayuntamiento y la fuente de piedra coronada por una elegante farola. También nos llamó la atención una casa con una hermosa balconada de madera.
Atrás quedo la plaza cuando enfilamos la calle Libertad hacia el templo más importante de la población. En la plaza Llanillo descansa la iglesia parroquial de Santa Catalina (s. XVI-XVIII), declarada Bien de Interés Cultural en 1991. La construcción es de estilo barroco y consta de una nave dividida en cinco tramos. En su interior se custodian diversas joyas en forma de retablo, como el de la Virgen de los Dolores, patrona del pueblo, o en forma de tallas como la del Cristo atado a la Columna o el Cristo con la Cruz a cuestas, ambas obras de Luis Salvador Carmona. Por fuera merece la pena reseñar su bella torre de tres cuerpos levantada con sillares.
Continuamos paseando por las calles de El Real de San Vicente y llevándonos agradables sorpresas en forma de murales. Varias paredes de la localidad están repletas de dibujos y textos de lo más originales. Iniciativas de este tipo son las que alegran los pueblos. Hacia el norte de la población tomamos la calle Rafael Sánchez y Enrique Magaña. A la altura de la báscula municipal, observamos un lavadero en la vía paralela. Cambiamos el rumbo para asomarnos, pero vimos que no tenía agua. Nos llamó más la atención la fuente de Los Caños, que se encontraba justo en frente. Está construida con sillares de granito coronados con frontón triangular y una cruz. Según su inscripción, data del año 1794.
El ascenso seguía, nadie dijo que fuera fácil zascandilear. Tras varias decenas de metros, vislumbramos un pequeño parque vallado con carteles de educación ambiental. La sorpresa estaba en el interior, pues ahí reposa la ermita de San Nicasio (s. XX), patrón de la villa. Siglos atrás, en este mismo lugar, existía otra ermita bajo la misma advocación, pero con unas dimensiones más grandes. Se intentó restaurar sin éxito y finalmente fue derruida. Tiempo después se levantó este sencillo templo y se creó el parque que lo acompaña. Pese a sus reducidas dimensiones, en nuestra opinión, es una construcción de bella factura.
Éramos conscientes de que si seguíamos todavía más por esa misma calle, llegábamos a otro monumento importante que ver en El Real de San Vicente, pero tiramos la toalla. La pájara que nos pegó en esta leve pero larga ascensión hizo que diésemos media vuelta. A veces nos puede la vaguería. Retornamos a la plaza de España para llegar al auto, el cual, recordamos, estaba en un parking muy cercano. De esta manera, partimos motorizados en busca del último punto de interés del casco urbano del pueblo. Aunque para nosotros ya serían las afueras.
Bien al norte tiramos para desembocar junto a la fuente de los Veneruelos. Consta de tres caños y abrevadero, además de un gran frontal de piedra. La calidad del agua que emana tiene fama en la comarca. A modo de curiosidad, tiempo atrás eran las jóvenes del pueblo las que venían a por agua a esta fuente, mientras que las mujeres más mayores se quedaban en la fuente de Los Caños para no tener que andar tanto.
Sinceramente, andábamos con poca información cuando visitamos la población. Desconocíamos buena parte de los encantos que posee el municipio. Algunos ejemplos: el convento de El Piélago, los pozos de nieve o los molinos de La Tejea. Somos conscientes de la importancia que tienen dentro del patrimonio arquitectónico y natural que ver en El Real de San Vicente, por lo que tocará volver para completar la reseña.
De momento, recomendamos la visita pese a que solo estuviésemos en el núcleo urbano. Un último detalle. Abandonamos la villa tras repostar en la gasolinera norte y recibir un inesperado regalo. El trabajador del establecimiento nos regaló unas cerezas. Así da gusto despedirse. Eternamente agradecidos a El Real de San Vicente y sus gentes.
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