El camino que lleva a Portalrubio
“El camino sube o baja según se va o se viene” porque, como la Comala de Juan Rulfo, Portalrubio de Guadamejud se extiende sobre en un valle repleto de olivos, a los pies de la Sierra Gorda, una imponente montaña de más de mil metros de altura que ejerce de frontera natural con su vecino más cercano, Valdemoro del Rey. En el noroeste de la Alcarria conquense y con un censo de unos 40 habitantes, resulta cómodo caminar por esta pequeña y tranquila localidad de calles amplias y sin apenas pendientes pero con demasiadas casas vencidas por el peso de los años o tal vez de los recuerdos, esos de los que quizá huyan algunos de sus propietarios.
Y es que “el pueblo está lleno de ecos”, los que en su día llegaron a sumar más de 800 vecinos allá por la década de los 40, como bien recuerdan los más ancianos del lugar. Muchos de ellos comenzaron a emigrar años despúes a las ciudades iniciando así un imparable éxodo rural del que no ha vuelto a recuperarse. Como tantos municipios de la Alcarria conquense, Portalrubio sufre la lenta agonía de la despoblación y actualmente solo es un destino de fin de semana y vacaciones, aunque tanto el alcalde como sus “supervivientes” y un grupo de “satélites” —jubilados en su mayoría— le siguen insuflando cada día dosis de vida.
Recorriendo Portalrubio de Guadamejud
El bar ‘El Encuentro’, situado en el piso inferior del Ayuntamiento, en la carretera de acceso y junto a la plaza principal, es su centro neurálgico, el único punto de reunión y de ocio del lugar, aunque una recientemente creada Asociación Cultural quiere dinamizar la localidad e implicar a la población en proyectos comunes que les unan y les alienten a recorrer a menudo ese camino de regreso a un Portalrubio que pese a todo, sigue luchando. Así lo hicieron en 2012 elaborando conjuntamente el primer ‘Diccionario Portalrubiero-Español’ (se puede consultar la edición online), una particular recopilación de términos propios del habla del pueblo y la zona, con sus respectivas definiciones populares, para conservar y proteger su cultura popular. Se publicó en papel a iniciativa de la web informativa local Portalrubio Es Más y los ejemplares se agotaron rápidamente, con gran repercusión en los medios de comunicación regionales, nacionales e incluso internacionales.
Gastronomía y fiestas en Portalrubio
“Como una alcancía donde hemos guardado nuestros recuerdos”, en Portalrubio conviven los de esa gastronomía de gachas, migas y puches que aún se degustan, con los del encaje de bolillos o la artesanía del esparto, fuentes de riqueza hoy desaparecidas, o los del galopeo por las calles y las danzas y paloteos al son de la gaita y el tambor. Muy distintas son las celebraciones en la actualidad. San Roque, entre el 15 y el 17 de agosto, es la fiesta grande de Portalrubio y la que más gente congrega, aunque también San Antonio (13 de junio) y fechas destacadas como Los Santos, Navidades y Semana Santa —en sus procesiones nocturnas se canta ‘El Reloj de la Pasión’, una canción popular sólo conocida en esta zona—, junto con otras más recientes como la ‘Matanza’ en diciembre o la ‘Romería al Cabezo’ en mayo, también reúnen a la comunidad.
“Sentirás que allí uno quisiera vivir para la eternidad” o que el tiempo se ha detenido al escuchar el sonido de la campana de la Iglesia y esas canciones con las que llama a la oración el párroco Don Maxi, tan antiguas como el R4 blanco con el que se desplaza de pueblo en pueblo. Este edificio, dedicado a San Martín, obispo de Tours, es el más importante que Portalrubio conserva en pie. Se trata de una bella construcción de sillería de los siglos XVI y XVII con portada de medio punto con jambas muy anchas, rematadas por un frontón triangular coronado por una cruz sobre la que se aprecia un pequeño óculo cuadribulado. De su exterior destaca la torre cuadrada, de un solo cuerpo, y su interior de una sola nave dividida en cuatro tramos cubiertos por bóvedas, alberga una notable obra pictórica y escultórica, como el retablo del altar o la talla policromada de San Roque.
“Allí donde el aire cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un murmullo” de los muchos que se escuchaban en las puertas de las casas cuando la gente se reúne a tomar el fresco en las noches de verano o sube a la carretera a contemplar el cielo estrellado. En Portalrubio se respira un aire diferente, lleno de silencio, sobre todo desde sus principales miradores: la ya citada ‘Sierra Gorda’, la ‘Cueva de los Moros’ —la leyenda cuenta que allí se refugiaron durante la Reconquista—, el ‘Portillo’ —paso estrecho similar a un puerto entre Portalrubio y Valdemoro—, el ‘Picurzo’ —pico de unos mil metros sembrado de pinos— y la ‘Cruz del El Cabezo’ —cerro de 879 metros y lugar de peregrinaje desde que, en 2012, varios portalrubieros colocaron un cruz en la cima—. Desde todos ellos se contemplan bellas panorámicas de los paisajes alcarreño conquenses.
Otros parajes como la ‘Choza del Tío Emiliano’ —enclave de pinos en el camino de Huete—, los pinos de ‘La Vega del Río Guadamejud’ o la Ermita de San Isidro —de la que solo quedan los restos de lo que fue a principios y mediados del siglo XX— son los destinos habituales de excursiones y merendolas, mientras que los múltiples senderos que parten del pueblo congregran a los amantes de un buen paseo. Ellos, como todos los que siguen volviendo a este lugar anclado para siempre en el turbulento mar de la memoria, no se cansan de “ver subir y bajar el horizonte con el viento que mueve los olivos” cuando recorren ese camino que siempre lleva a Portalrubio.
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