Restaurante Jacinto, en San Clemente
Se ha escrito mucho y bien de San Clemente en este blog. Hemos hablado de su espectacular patrimonio y de su museo de Obra Gráfica, pero no de lo bien que comimos cuando estuvimos en la villa. No dudamos sobre el lugar en el que llenar la panza. Los comentarios positivos escuchados sobre el restaurante Jacinto nos llevaron de cabeza allí. No fallamos. Comida de diez.
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Cómo llegar al restaurante Jacinto, en San Clemente
Se encuentra en la plaza de la Iglesia, muy cerca de edificios tan importantes como la antigua Cárcel de la Villa o la propia iglesia parroquial de Santiago Apóstol. Llegamos a la localidad desde la A-43, previo desvío en la autovía de Valencia. Una vez tomada la N-310, mediante la cual se accede al núcleo urbano, aparcamos en una vía perpendicular a la calle del Carmen. Una elegante casa señorial del siglo XVI alberga en su interior el magnífico restaurante. Nada más llegar, como siempre, un par de refrigerios que terminamos rápidamente y con mucho gusto.
Comer en el restaurante Jacinto, en San Clemente
Entramos en el comedor y nada más sentarnos llegaron para tomar nota. Nos ofrecieron la opción de elegir platos de la carta o menú del día. Nosotros, tradicionales que somos, elegimos menú. Tras una multitud de opciones para elegir entre primeros y segundos, escogimos prácticamente igual. Para empezar una sopa castellana. Era mes de enero y apetecía entrar un poco en calor. También coincidimos en el segundo, bistec de ternera, pero uno se lo pidió al roquefort y el otro a la pimienta. Vino con casera y andando.
No tardaron en llegar las sopas castellanas. Pese al riesgo de quemarnos la lengua, atacamos rápido. El hambre arreciaba y teníamos el frío metido en el cuerpo. Nos supo a gloria. Potente de sabor, como a nosotros nos gusta. Uno de esos platos que, como dicen las abuelas, «resucita a un muerto». Nos aportó la energía necesaria para el zascandileo vespertino.
Cuando terminamos, aterrizaron en la mesa los bistecs de ternera. Cada uno con su salsa, estaban de vicio. La carne tierna y fenomenalmente hecha al punto. Para variar, nos intercambiamos un trozo y comprobamos, efectivamente, que ambos eran dos platazos. Ya nos podíamos recorrer el mundo por la tarde, que fuerzas no nos iban a faltar.
Una comida de semejante categoría no podía despedirse sin un buen postre. La cosa iba a ir de tartas. Una de chocolate y otra de zanahoria. Decir broche de oro es quedarse corto. Ambas estaban deliciosas y con una textura que se deshacía en la boca. Un diez.
No solo disfrutamos de estos manjares, sino que el trato en todo momento fue muy amable. Cada vez que nos traían un plato nos preguntaban sobre la comida, si era de nuestro gusto. Cierto es que un restaurante no solo es la comida que ofrece, la cercanía y cortesía de los profesionales es importante, y aquí fue de quitarse el sombrero. Nos despedimos del restaurante Jacinto recomendando encarecidamente su visita. Somos conscientes de que ya tiene un nombre y nosotros no vamos a aumentar sus visitas, pero es nuestra obligación sumarnos a las recomendaciones y buenos comentarios que tienen. Nosotros, cuando volvamos a San Clemente, ya sabemos a qué lugar ir a comer.
* Foto de portada extraida de la web www.turismocastillalamancha.es
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