Algarra, la joya desconocida
Hay pueblos que cuando los visitas te dejan maravillado. Es una sensación de gozo complicada de describir. Quizás venga propiciada porque la localidad ha superado con creces las expectativas o simplemente has sentido que era un sitio muy especial. Eso nos pasó en Algarra. Una pequeña población serrana ubicada en el extremo oriental de Cuenca a la que fuimos de rebote y de la que salimos alucinados, habiendo vivido uno de los zascandileos más increíbles desde que empezamos con el blog.
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Eso que tienen los pueblos pequeños…
El flechazo fue gracias a Google Maps, no lo vamos a negar. Estábamos de ruta por la Serranía, volviendo a varios lugares de donde habíamos perdido las fotografías tras un incidente con nuestro disco duro. Ojeando en la aplicación, cerca de nuestro siguiente destino, El Cubillo, observamos en la parte norte una ermita en medio de la nada. Literal. Tras seleccionarla, vimos que pertenecía al término municipal de Algarra.

Acierto total incluir Algarra en nuestro plan de viaje
A partir de ahí decidimos investigar el pueblo un poco por encima y vimos que era tenía muy buena pinta. Tras comprobar que no íbamos mal de tiempo, lo incluimos como parada en nuestra ruta. No solo nos encantó su ubicación y su conjunto arquitectónico, también vivimos una situación que nos puso de los nervios. Como siempre decimos, al final recuerdas más las anécdotas que los monumentos, y la experiencia en Algarra fue tan completa que va a ser inolvidable.
Que ver en Algarra
Empezaremos por el final. Como acabamos de mencionar, vivimos unos momentos de agobio máximo durante un trayecto. No fue de camino al pueblo, cuya carretera esta en condiciones pésimas, como bien reivindican los vecinos en una pancarta al llegar a la población; fue durante el trayecto a un sitio de cuento que está a doce kilómetros del núcleo urbano.
La ermita de Santerón y el camino infernal
En efecto, es la ermita de Nuestra Señora de Santerón, la que vimos en Google Maps. Se accede a través de un camino de tierra rodeado de pinares, y qué camino. Los primeros kilómetros fuimos sin ningún problema, pero los últimos lo pasamos realmente mal. El terreno se encontraba en mal estado, con muchas grietas, surcos y desniveles. Íbamos con un Xsara, coche duro, pero que no es 4×4. Nos beneficiamos que en lo peor del terreno era cuesta abajo y se hizo más cómodo al poder ir despacio.

Ermita de Nuestra Señora de Santerón
Aterrizamos hiperventilando en el valle hermoso donde se encuentra el templo. El edificio posee una sola nave dividida en cuatro tramos. Consta de una sacristía en el lateral de la cabecera. En el exterior existe una estructura para dejar a los animales (suponemos que caballos o burros) y también un rento que lleva el mismo nombre que la ermita. El paraje en el que está ubicada es formidable. Cuando se nos pasó el susto, respiramos una paz enorme mientras observábamos a nuestro alrededor. A dos kilómetros, aproximadamente, se encuentra la peña de El Verdinal, paraje natural repleto de rocas con formas caprichosas. Seguro que es de lo más interesante, pero no nos atrevimos a ir. Tras observar a lo lejos el monte Talayón, nos volvió a entrar el canguelo pensando en el viaje de vuelta al núcleo urbano de Algarra.

Vistas desde el paraje donde se encuentra la ermita
Nos encomendamos a la Virgen de Santerón para que no tuviéramos ningún percance en forma de pinchazo, más que nada porque no había cobertura y a saber qué hubiera sido de nosotros. Spoiler: llegamos con el coche intacto y eufóricos tras superar la aventura. Si vas en coche, recomendamos encarecidamente un 4×4 o al menos un coche alto. No nos extraña que haya tanta devoción por esta imagen. Se celebra una romería anual el lunes siguiente de Pentecostés y también un septenario en el cual, cada siete años, se traslada la imagen a un altar en la sierra para que los vecinos de Vallanca (Rincón de Ademuz, provincia de Valencia) la custodien siete días y después la entreguen para que vuelva a su lugar de origen. Todo un acontecimiento.
Los restos del castillo de Algarra
Esta localidad se asienta en la ladera de un promontorio. En la cumbre todavía se puede apreciar las ruinas de su antigua fortaleza de origen, probablemente, árabe. Aún se conservan algunos lienzos del muro de cal y canto, aunque en su conjunto los restos son más bien contados.

Muro del castillo que aún se conserva
En lo alto del cerro, junto al castillo, se encuentra el cementerio municipal de Algarra. Este detalle nos recordó a nuestra amada de Horcajada de la Torre, el único pueblo que hasta el momento habíamos visto con el cementerio en la parte más alta de la población.
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción
Descendiendo un poco desde la cima del cerro, llegamos al templo más importante de la localidad. Se tienen indicios de que la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción tuvo su origen en un edificio de estilo románico y de menor tamaño, quizás allá por el siglo XII. A día de hoy posee dos cuerpos separados por un arco triunfal. La portada principal está precedida de unas escaleras de piedra y cubierta por un tejadillo con una forma triangular muy curiosa. En la fachada norte encontramos un arco apuntado ciego, antigua entrada al templo.

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
En su interior también se venera a San Marcos, realizándose cada año el 25 de abril una romería al paraje natural localizado a los pies del cerro Santo.
Callejuelas y miradores de Algarra
Quizás fue lo que más nos gusto. Aquello que nos terminó por conquistar. Pasear por el casco urbano de Algarra es un placer inmenso. La distribución de sus calles, los rincones floreados, las casas de arquitectura tradicional, los callejones fotografiables, las innumerables vistas de escándalo… Es imposible quedarse con una sola cosa, pues supone toda una experiencia.

Pasear por las calles de Algarra es un placer
Dejarse caer por la calle Real o la calle La Fuente es imprescindible. Edificios como el ayuntamiento de Algarra, antiguas escuelas, saldrán a nuestro paso para hacernos rendir a su belleza. No dudes en tomar cualquier calle que salga a tu paso porque te puede conducir a lugares que te dejarán embobado, varios de ellos con forma de mirador. Tampoco tengas reparo en tomar alguna cuesta empinada, pues muchas conducen a espacios estrechos (aunque impresionantes) donde las casas se funden con la piedra desafiando las leyes de la gravedad.

Fuente en el casco urbano de Algarra
Sumérgete en su arquitectura tradicional serrana y prepara la cámara fotográfica porque te va a temblar ante semejante espectacularidad. Si no tienes suficiente con el núcleo urbano de Algarra, cosa que nos extraña, puedes acercarte a los distintos parajes naturales que pueblan su término, como el valle de La Dehesa, La Cunázara, la antigua mina de caolín y feldespato, o el Cerro Santo, donde se ubican los restos de la ermita de San Marcos y en cuya cima se ofrecen unas vistas de ensueño a lugares tan increíbles como la villa de Moya.

Vistas desde un mirador de Algarra
Si no te hemos convencido ya de visitar Algarra, poco más podemos hacer. Aquí queda plasmada nuestra recomendación. Este pueblo de la Serranía nos ha enamorado por completo. Además, nos pasó de todo. Un pequeño tesoro desconocido en el extremo oriental de la provincia de Cuenca. No lo dudes.
Cómo llegar a Algarra
La única carretera que circula por Algarra es la CUV-5003. Nace en la localidad de Landete y atraviesa la serranía Baja hasta Salvacañete, subiendo posteriormente y cambiando de denominación al cruzar a la provincia de Teruel. Pasa también por pueblos como Santo Domingo de Moya o Casas de Garcimolina. Nosotros llegamos desde El Cubillo. Recomendamos ir despacio porque la carretera, al menos cuando fuimos, se encontraba en mal estado, con un montón de baches. Posee una población de 24 habitantes (INE 2021). Pertenece a la comarca de Serranía Media-Campichuelo y Serranía Baja.
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