El pasado romano aún presente en la Alcarria conquense
Son muchos los tesoros que aún esconde la comarca más desconocida de la provincia y que llevan años, incluso siglos, esperando entre pacientes y resignados, a que alguien los descubra a los ojos del turista, ese que puede convertirse en un viajero en el tiempo si dejamos que se adentre por los recovecos de su patrimonio, por el paisaje que sostiene el pasado y conforma la memoria.
Sabemos que el territorio que hoy conocemos como Alcarria conquense fue habitado desde la Prehistoria por la gran cantidad de enclaves en los que se han realizado hallazgos arqueológicos de diferentes épocas, siendo los íberos quienes crearon los primeros asentamientos estables. Sin embargo, fue durante la época romana cuando alcanzó un verdadero esplendor gracias a su posición estratégica en las principales vías de comunicación de la provincia y a la existencia de las minas de lapis specularis o espejuelo, mineral que utilizaban para el cerramiento de ventanas y la fabricación de joyas.
El entramado organizativo romano dejó su huella en el paisaje alcarreño mediante puentes, calzadas y ciudades. Algunos han sobrevivido con cierta dignidad al paso del tiempo, aunque no todos han sido puestos en valor y adecuados como recurso turístico. Buenos ejemplos de esta arquitectura son las ruinas y calzada de Alcantud; el castillo, la fuente y el puente de Priego; el lavadero octogonal de Cuevas de Velasco; la fuente de Castillejo del Romeral; el puente restaurado en Caracenilla por el que discurría la calzada romana (que aún puede apreciarse tras la siega y que da nombre a las bodegas de vino ‘Pago Calzadilla’); otra fuente rehabilitada en La Ventosa; y el Mausoleo de Llanes, en Albendea, uno de los restos mejor conservados y más valiosos, edificado en el siglo IV, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2008 y restaurado y señalizado en 2014.
Poco excavado pero de gran importancia es el yacimiento arqueológico del cerro de ‘Alvar Fáñez’ (a 1,5 kilómetros al sudeste del actual municipio de Huete), ciudad romana municipalizada y fortificada en tiempos de Augusto que pudo ser Opta y de la que hasta hoy toman el gentilicio sus habitantes: los optenses. También en su pedanía Bonilla, lindando con Caracenilla, se hallaron vestigios de un asentamiento conocido como ‘Los Negreros’.
Pero sin duda los enclaves más relevantes son el Yacimiento de Ercávica, en el término de Cañaveruelas, y la Villa de Noheda, en Villar de Domingo García. El primero es uno de los más importantes de la Península Ibérica y un buen ejemplo del proceso de romanización de esta. Desde 1972 las excavaciones arqueológicas han rescatado estructuras de gran valor como los tramos bien conservados de la muralla, unas singulares termas, una domus reconstruida o las muestras de pinturas murales, aunque actualmente las intervenciones están paralizadas. Gracias a la profesionalidad y el impulso que le están dado sus actuales gestores, que lo están revitalizarlo cultural, social y económicamente, se puede visitar los sábados y domingos (en ocasiones con catas de vino, talleres infantiles y en agosto dentro de las Jornadas Romanas) siendo más que recomendable el itinerario guiado.
Por su parte, Noheda alberga el mosaico figurativo más grande encontrado en España y en todo el Imperio Romano (superando incluso a los de Pompeya), único por sus dimensiones, calidad estilística y estilo narrativo y sus excelentes condiciones de conservación. Además, los resultados del las últimas investigaciones del área residencial apuntaron a la “excelencia” de una villa que perteneció a la élite aristocrática. Conviven con las excavaciones arqueológicas las obras para construir el edificio que protegerá los restos y permitirá su apertura al público en un futuro muy cercano.
La prosperidad de estas ciudades se debió, como apuntábamos, principalmente a la explotación de las minas de lapis specularis. El escritor y militar latino Plinio el Viejo quien aseguró que, aunque este mineral podía extraerse en Chipre, Sicilia, la Capadocia, e incluso África, el de mayor calidad por ser más traslúcido se encontraba en el territorio que abarcan “cien mil pasos alrededor de Segóbriga”, una buena parte en la Alcarria conquense. Por el momento, en esta comarca solo han sido rehabilitadas las minas ‘Pozolacueva’, en Torralba, ‘La Mora Encantada’, en Torrejoncillo del Rey y ‘La Cueva de Sanario (o Sanabrio)’, en Saceda del Río, pedanía de Huete. Las dos últimas pueden visitarse los fines de semana previa reserva en sus respectivos ayuntamientos.
Además, los amantes del senderismo pueden recorrer la antigua calzada romana por la que los esclavos transportaban el espejuelo para su distribución comercial a todo el Imperio, llegando incluso a abastecer a Pompeya. Se trata de la ‘Ruta del Cristal de Hispania’, señalizada como sendero de gran recorrido GR-163, un camino que fue memoria y testigo y que hoy nos permite conectar con el pasado para abrir el presente a nuevos horizontes en esta olvidada comarca de Cuenca.
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