Ruta por la ciudad de Guadalajara (II)
Continuamos con nuestro particular paseo por las calles de Guadalajara. En el anterior post nos quedamos en la plaza Mayor, contemplando el estupendo ayuntamiento de la localidad. Toca seguir zascandileando, pues todavía quedan numerosos tesoros como la concatedral de Santa María, la capilla de Luis de Lucena, la puerta de Bejanque o la iglesia de San Ginés, por poner algunos ejemplos.
Qué ver en Guadalajara
Tomamos el callejón Arco hasta llegar a la plaza del Concejo. Allí nos maravillamos con el ábside de la iglesia de San Gil. En este templo se reunía el Concejo Medieval. De las muchas calles que emanan de esta plaza, escogimos Horno de San Gil, para aterrizar en la calle Dr. Benito Hernando.
Tras caminar unos metros desembocamos en la plazuela del Marqués de Villamejor, donde se ubica el palacio de la Cotilla (s. XVI). Destaca por su portada blasonada y el patio central trazado por Lorenzo Vázquez. Aunque, sin duda alguna, adquiere gran notoriedad por el Salón Chino de su interior. La decoración mural en papel de arroz le confiere gran valor.
Salimos a la calle Ingeniero Mariño, acercándonos a contemplar el convento de Carmelitas de San José (s. XVII). En la fachada se pueden observar el escudo del Carmelo, así como el de sus fundadores: Frías y Mendoza. Merece la pena reseñar el retablo mayor de estilo barroco. Siguiendo la misma calle, en sentido opuesto, llegamos al templo más importante de la ciudad. La concatedral de Santa María de la Fuente tiene sus orígenes a finales del siglo XIII y principios del XIV. Sus muros albergan tres estilos artísticos: el mudéjar, el renacentista y el barroco. Posee tres naves de arcos apuntados, destacando en su interior el retablo mayor, obra de fray Francisco Mir en 1624.
Por la cercana calle de Salazaras miramos a lo lejos el Torreón del Alamín. Consta de planta cuadrada y tres pisos cubiertos por bóvedas de ladrillo. Alberga una exposición permanente sobre la ciudad medieval. Antiguamente defendía el anejo puente de las Infantas. Tras dar la vuelta, subimos la cuesta de San Miguel para llegar a la capilla de Luis de Lucena (s. XVI). Antiguamente estaba adosada a la iglesia de San Miguel, ya desaparecida. Los frescos de Rómulo Cincinato que podemos contemplar al entrar, son espectaculares.
Continuamos hasta la plaza Fernando Beladíez, donde nos asomamos al palacio de la condesa de la Vega del Pozo y la capilla de San Sebastián, ambos pertenecientes hoy en día al colegio de los Hermanos Maristas. Muy cerca, por la calle Vizcondesa de Corbalán, aterrizamos en la plaza Moreno, lugar donde se halla el palacio de la Diputación Provincial de Guadalajara. Fue construido a finales del siglo XIX por los arquitectos José Marañón y José de Aspiunza.
Volvimos sobre nuestros pasos para coger la calle San Sebastián y, posteriormente, la calle Arcipreste de Hita. Desembocamos en la plaza de Bejanque, hogar de la vistosa puerta homónima, uno de los símbolos de la ciudad. Tras cruzar una gran rotonda subimos hacia la iglesia de San Francisco y su cripta. Incluida dentro del complejo del Fuerte de San Francisco, perteneció al convento que había antes de que lo tomase el ejército. El templo fue levantado y derribado varias veces. Debajo del ábside gótico se halla la cripta donde descansa la familia Mendoza, construida a semejanza del Panteón de los Reyes de El Escorial.
Dimos la vuelta para ir a la rotonda y tomar la calle del Capitán Boixareu Rivera. A mano izquierda nos asomamos al bello parque de la Concordia, en el cual tomamos un breve descanso. Seguimos el zascandileo para llegar a la plaza de Santo Domingo, centro neurálgico de la ciudad. Aquí se localiza la iglesia de San Ginés (s. XVI), que antiguamente era la del convento de Santo Domingo de la Cruz. El templo no se llegó a completar, siendo en nuestros días la mitad de lo que se proyectó. Destaca su imponente portada protagonizada por los enormes contrafuertes y el rosetón central sobre el que figura el escudo de la Orden de Santiago. De una sola nave, alberga en su interior varios ejemplos interesantes de escultura funeraria.
Tomando la travesía de Santo Domingo descubrimos la iglesia del Carmen, que formaba parte del convento de los Santos Reyes de la Epifanía. Seguimos por la calle Miguel de Cervantes hasta asomarnos al Santuario de Nuestra Señora de la Antigua. Por fuera merece la pena reseñar el ábside mudéjar y la fachada neogótica. En su interior es posible contemplar el hermoso altar mayor y la capilla de la Ascensión del Señor.
Y llegamos al final. Por las calles Manuel Medrano y Alvar Fáñez de Minaya, aterrizamos en el auto. Nuestro paseo por la ciudad de Guadalajara concluía. Quedan pendientes de visitar algún monumento más lejano como el puente Califal o el Panteón de la Condesa de la Vega del Pozo. Motivos para volver a visitar esta hermosa y recomendable ciudad, muy cercana a la capital de nuestro país. Los madrileños no tienen excusa.
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